Sin embargo cinco años después, en 1679, se dijo que había sido visto en la costa de Dinamarca, poco después en el canal de la Mancha y finalmente por las costas de Andalucía.
En Cádiz, unos pescadores afirmaron ver un ser acuático con apariencia humana que desapareció rápidamente. Estas apariciones se repitieron constantemente hasta que lograron atrapar a la criatura utilizando trozos de pan y unas redes. Una vez capturado, pudieron constatar que se trataba de un hombre con escamas. Entonces fue llevado al convento de San Francisco donde los frailes intentaron arrancarle los espíritus malignos que pudieran estar poseyéndole, pero lo único que consiguieron sacarle fue una palabra: “Liérganes”. Nadie sabía que significaba, hasta que una persona de La Montaña que estaba trabajando en Cádiz, comentó que en La Montaña había un pueblo que se llamaba así. También Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó dicha afirmación ya que él era de allí.
Enviaron la noticia a Liérganes para averiguar si había pasado algo extraño en los últimos años y desde Liérganes respondieron que únicamente se había registrado la desaparición de Francisco de la Vega, cinco años atrás. Entonces Juan Rosendo, un fraile del convento, acompañó a Francisco hasta Liérganes para comprobar si era cierto que era de allí y a la altura del Monte de la Dehesa, Francisco se adelantó y fue directamente hasta la casa de María de Casar, que rápidamente lo reconoció como su hijo.
Aunque vivía una existencia tranquila y se le desprendieron las escamas hasta dejar a la vista piel áspera, Francisco nunca llegó a integrarse en su vida en Liérganes. Su control del lenguaje era muy limitado, y aparte de su lugar de nacimiento solo parecía decir palabras como “vino”, “pan” y “tabaco”; si le daban ropa se la ponía, pero no parecía tener ningún pudor en andar desnudo, y de hecho siempre iba descalzo.
Si se le ponía comida delante, la engullía con avidez para luego pasarse días sin comer, y lo mismo con la bebida o el tabaco, ya que eran las cosas que mencionaba (aunque no parecían indicar un deseo, simplemente pronunciaba las palabras). Era capaz de hacer pequeños recados, y muy servicial, pero parecía absolutamente desinteresado en el mundo que lo rodeaba.
Por todo ello, sus convecinos le dieron por loco durante los nueve años que permaneció en Liérganes, hasta que un día desapareció entre las aguas como hiciera en 1674, aunque esta vez para no volver nunca más. Y así termina la historia: con el hombre pez de Liérganes volviendo, esta vez sí, a su verdadero hogar en las profundidades.
El hombre pez de Liérganes es un ser legendario de la mitología de Cantabria. Actualmente, existe un centro de interpretación en Liérganes, emplazado en un antiguo molino, en el cual se puede obtener información sobre este ser legendario.