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05 noviembre, 2023

Las Brujas de Salem: la Historia Real

Los juicios de las brujas de Salem fueron un episodio trágico y oscuro de la historia de Estados Unidos, que tuvo lugar entre 1692 y 1693 en la colonia de Massachusetts. Más de 200 personas fueron acusadas de practicar la brujería, y 20 de ellas fueron ejecutadas por ahorcamiento. ¿Qué causó esta histeria colectiva y cómo se desarrolló el proceso judicial? En este artículo, vamos a analizar los hechos históricos y las consecuencias de este fenómeno.

El origen de las acusaciones

El origen de las acusaciones de brujería se remonta a enero de 1692, cuando dos niñas, Betty Parris y Abigail Williams, hija y sobrina del reverendo Samuel Parris, empezaron a sufrir convulsiones, gritos, alucinaciones y comportamientos extraños. El médico local, William Griggs, no encontró ninguna causa natural para sus síntomas, y sugirió que podían estar bajo la influencia de algún maleficio. Las niñas acusaron entonces a tres mujeres de haberlas embrujado: Tituba, una esclava caribeña del reverendo Parris; Sarah Good, una mendiga; y Sarah Osborne, una anciana marginada.

Las tres mujeres fueron arrestadas y sometidas a un interrogatorio. Tituba confesó haber hecho pacto con el diablo y haber visto a otras personas en sus reuniones nocturnas. Sarah Good y Sarah Osborne negaron las acusaciones, pero fueron declaradas culpables y encarceladas. La confesión de Tituba desató una ola de pánico entre la población, que empezó a sospechar de cualquier persona que mostrara algún signo de desviación o anomalía. Pronto se formó una corte especial para juzgar los casos de brujería, presidida por el gobernador William Phips.

El desarrollo de los juicios

Los juicios de las brujas de Salem se basaron principalmente en el testimonio de los llamados "afectados", es decir, las personas que afirmaban haber sido víctimas de los maleficios de las brujas. Estos afectados solían ser niños o adolescentes, que durante los juicios simulaban ataques, desmayos, pinchazos o mordeduras. También se admitieron como pruebas las marcas o cicatrices que supuestamente dejaban los diablos en el cuerpo de las brujas, o los objetos que estas usaban para hacer sus hechizos, como muñecos, libros o calderos.

Los acusados tenían pocas opciones para defenderse. Si negaban ser brujas, se les consideraba rebeldes y se les condenaba a muerte. Si confesaban ser brujas, se les perdonaba la vida pero se les confiscaba sus bienes y se les obligaba a nombrar a otros cómplices. Muchos optaron por esta última opción, lo que aumentó el número de sospechosos y alimentó el miedo colectivo. Algunos también intentaron escapar de la prisión o huir de la colonia, pero fueron capturados o denunciados por sus vecinos.

Entre junio y septiembre de 1692 se celebraron varios juicios en los que se condenó a muerte a 19 personas por ahorcamiento: 14 mujeres y 5 hombres. Una persona más murió aplastada por piedras al negarse a declarar. Otras cuatro personas murieron en prisión mientras esperaban su sentencia. Entre los ejecutados hubo personas respetables y piadosas, como el exministro George Burroughs o la anciana Rebecca Nurse.

El fin de la histeria

La histeria por la brujería empezó a disminuir a finales de 1692, cuando algunos afectados acusaron a personas influyentes e intachables, como el gobernador Phips o su esposa. Esto hizo que se cuestionara la credibilidad de los testimonios y la validez de los juicios. Además, algunos jueces y clérigos empezaron a expresar sus dudas y remordimientos por las condenas injustas. El reverendo Increase Mather publicó un ensayo en el que criticaba el uso de las pruebas espectrales (las visiones o apariciones que solo veían los afectados) y pedía más rigor y cautela en los procesos. Su hijo, el reverendo Cotton Mather, también se opuso a la histeria y defendió a algunos acusados.

En octubre de 1692, el gobernador Phips disolvió la corte especial y ordenó que se suspendieran los juicios. En enero de 1693, se celebraron los últimos juicios en una corte superior, donde se absolvió a la mayoría de los acusados. En mayo de 1693, Phips indultó a los que aún quedaban en prisión. En 1697, el tribunal general declaró un día de ayuno y arrepentimiento por los errores cometidos. En 1702, el parlamento colonial anuló los veredictos de culpabilidad y restauró los derechos civiles de los afectados. En 1711, el gobierno otorgó una compensación económica a las familias de las víctimas. En 1957, el estado de Massachusetts pidió disculpas oficiales por los juicios de las brujas de Salem.

Las consecuencias y el legado

Los juicios de las brujas de Salem dejaron una profunda huella en la historia y la cultura de Estados Unidos. Se estima que unas 200 personas fueron acusadas de brujería, y que unas 25 murieron a causa de ello. Muchas familias quedaron destrozadas y empobrecidas por las pérdidas humanas y materiales. La reputación y la confianza de las autoridades religiosas y civiles se vieron seriamente dañadas. La colonia de Massachusetts entró en una crisis política, social y económica que duró varios años.

Los juicios de las brujas de Salem también han sido objeto de estudio e inspiración para numerosos escritores, artistas, historiadores y sociólogos. Se han elaborado diversas teorías para explicar las causas y los factores que propiciaron la histeria colectiva, como el clima, las enfermedades, las rivalidades, los prejuicios o el fanatismo. Se han creado obras literarias, teatrales, cinematográficas y televisivas que recrean o reinterpretan los hechos históricos, como la novela The Crucible (1953) de Arthur Miller o la serie Salem (2014-2017). Los juicios de las brujas de Salem siguen siendo un símbolo y una advertencia sobre los peligros de la intolerancia, la ignorancia y la injusticia.